Y cuenta nueva (sin borrón)

Estos días estoy viendo Pose, una maravilla de serie ambientada en New York a finales de los 80. Narra cómo un colectivo en claro riesgo de exclusión decide crear su propio código y entorno, conscientes de que el viejo modelo social imperante en ese momento les rechaza sistemáticamente. Ambos mundos se desarrollan en paralelo, sin llegar a mezclarse jamás. En la actualidad, ese pequeño reducto casi clandestino ha evolucionado hasta convertirse en una de las comunidades dominantes cuando hablamos de diversidad e inclusión y en una corriente cultural y de estilo de vida de gran influencia.  Y es que, cuando hablamos de evolucionar (a cualquier nivel), casi siempre pensamos que lo nuevo solo puede construirse convenciendo o derribando lo viejo, cuando no es así. En muchas ocasiones es una pérdida de tiempo y de oportunidad de evolución intentar convencer a quienes se aferran a algo antiguo (que generalmente es obsoleto, decadente, corrupto o una mezcla de todo). Dicho de otro modo, cuando hacer el “borrón” requiere demasiada energía, más vale crear directamente “la cuenta nueva” de manera independiente y dejar lo viejo a su suerte.

Estilos, herramientas y procedimientos de tiempos pasados siguen enquistados en el corazón de una gran cantidad de organizaciones e instituciones. Día tras día, nos llevamos las manos a la cabeza ante maneras de trabajar, comunicar o, simplemente, comportarse que hace tiempo deberían haber desaparecido o, en todo caso, deberían provocar un rechazo unánime de toda la comunidad, sin excepciones. Y día tras día, seguimos viendo cómo en algunos casos estos comportamientos se justifican, se minimizan, se solucionan con un parche o, simplemente, se pasan por alto. La reacción instantánea es rebelarse, apelar a la razón, a la lógica o a lo legal. A menudo solo se obtiene la clásica foto de la lucha de lo nuevo contra lo viejo (que hasta la fecha ocupa el rol de poder), se genera un debate donde todo el mundo opina, se pierde el foco y al final todo se queda igual que estaba. Y eso es el principio de la deriva (o de la no-evolución).

Hacer crecer semillas en terrenos castigados es tremendamente complicado. A lo sumo, conseguiremos que algún brote verde asome tímidamente para morir al cabo de unas horas, azotado por las condiciones adversas. Vale la pena dejar de invertir en ese terreno ingrato que nos dejará sin fuerzas y sin recursos. Busquemos otro lugar con mejores condiciones para que las semillas puedan brotar rápidamente y crecer sanas y fuertes. Quizás este nuevo terreno no es tan grande como el antiguo o quizás está algo más lejos. Pero lo que es seguro es que ahí podremos trabajar tranquilamente para cultivar nuestro vergel.

El famoso caso de la RFEF y el fútbol femenino es un claro ejemplo de todo ello. Las evidencias nos demuestran que, por determinados motivos, la RFEF es una institución cuyo marco es opuesto a lo que representa el fútbol femenino. Así pues, más que perder el tiempo intentando arreglar algo que no tiene pinta de ser arreglable, tendría sentido que utilicemos ese tiempo y esas energías para crear una federación de fútbol femenino que no tenga nada que ver con la RFEF y su modus operandi.

A estas alturas del siglo XXI no estamos para ir desperdiciando energías en temas que el tiempo nos demuestra que no tienen solución posible. Para crear algo desde cero solo necesitamos a la gente que quiere crear ese algo, así que dejemos atrás a quien no quiere construir nada y empecemos, que ya vamos tarde. No perdamos el tiempo haciendo borrones e invirtámoslo en crear cuentas nuevas.

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