Captar el momentum
La mayoría de proyectos en los que estoy trabajando ahora mismo están relacionados, de un modo u otro, con arquitectura organizacional. Cuantas más empresas conozco por dentro, más convencida estoy de que, a pesar de lo que tengan dibujado en su organigrama oficial, las organiczaciones tienen vida propia y quien determina su dibujo real, el que no se ve, son los talentos de las personas que trabajan en ellas. Una empresa es su gente, no es su organigrama. El mapa no es el territorio.
Rediseñar una organización próspera es cuestión de combinación de talentos, no de un dibujo estructural. El copy-paste de modelos de organizaciones exitosas no funciona porque, insisto, el diseño organizacional es algo orgánico y, ante todo, un acto muy íntimo que debe hacer la propia empresa. Puede requerir apoyo de alguien externo que le ayude a encontrar el método para hacerlo, pero no existen los gurús capaces de dibujar la nueva estructura de nuestra empresa. No es una tarea que se delega. Es un ejercicio que requiere sentido común, valentía, creatividad y, sobre todo, humildad y curiosidad. El punto de partida es entender por qué la organización ha llegado a la estructura que ahora necesita modificar para sobrevivir. Y en todos los casos que me encuentro existe un hilo conductor común.
Cuando una empresa nace y empieza a crecer, las personas que forman parte de ella son perfiles aventureros, orientados a la acción, poco convencionales, algo temerarios, creativos, autónomos, capaces de espabilarse con pocos recursos y con una única obsesión: hacer que las cosas pasen. Llega un momento en el que esta empresa empieza a tener éxito y a expandirse. Estos perfiles, automotivados por los resultados que está teniendo la organización, siguen dándolo todo (con lo bueno y lo malo que significa “darlo todo”). La empresa se consagra: ha creado un nuevo producto (tangible o intangible) e incluso ha cambiado las reglas de su sector. Ha llegado el momento de tomar perspectiva y de entrar en una nueva fase de velocidad de crucero. Nuevas herramientas llegan y con ellas nuevos perfiles para accionarlas y mantenerlas. Son perfiles distintos a los que han creado todo esto. Durante un tiempo, ambos conviven, pero los perfiles pioneros no tardan en irse (porque se aburren o bien porque los invitan a ello). La empresa no está ya en esa etapa aventurera. Ya ha triunfado. Ese momentum, ese instante preciso, se queda grabado en la retina de la organización. Como una fotografía. La empresa capta el momentum como su punto ideal y a partir de ahí, de manera inconsciente, hará lo imposible para mantenerlo todo como está (perfiles, herramientas y modus operandi en general) pensando en conservar el éxito. Pero la empresa no se da cuenta de que el momentum está en gran medida predeterminado por lo que está pasando ahí fuera. Dicho de otra manera: la empresa ha triunfado no solo por ella misma, sino por la coyuntura económica, social, comercial, cultural … que ha creado el escenario para que la empresa pueda triunfar. Así pues, mientras la coyuntura se mantiene, la empresa avanza sin demasiadas sorpresas. Sin embargo, llega un momento en el que la coyuntura cambia drásticamente. La organización lo interpreta primero como un altibajo más de los que ha superado, pero en su inercia de empresa de éxito volcada en sus herramientas y en su propio storytelling se ha vuelto impermeable al exterior y ya no sabe leer la coyuntura real. Cuando la inercia ya está a punto de convertirse en deriva salta la alarma y es necesario actuar. En ese instante, la organización se da cuenta de que tiene una estructura para conservar y mantener el éxito, pero no para crearlo. Las herramientas, por más sofisticadas que sean, no se autoreinventan ni se autoadaptan y ahora mismo ya no existe en la casa el talento adecuado para lanzarse de nuevo a la aventura de repetir la historia de éxito: el mismo sistema prescindió de este tipo de perfil. Sin ese tipo de talento no hay supervivencia.
Para repensar nuestra organización, pues, solo necesitamos ir al momentum donde nuestra empresa triunfó para entender cuál es la combinación de talentos adecuada y esto nos llevará al diseño natural de la estructura. Nunca al revés. Es un ejercicio que vale la pena hacer, especialmente en estos días. Francamente, no está la coyuntura como para pagar diseños standard supuestamente personalizados que nos resultarán inútiles.
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